Llovizna.

Mi ventana estaba abierta, afuera lloviznaba y una ráfaga de aire fresco entraba
a inundarme los pulmones... a inundarme la vida.
y es que pasada la media noche, el olor de la tierra mojada golpea los sentidos
con la fuerza de una estampida de búfalos asustados.
Me encontraba en una posición casi perfecta, podría jurar haber levitado
a instantes suavemente sobre la cama.
Con los ojos a medio cerrar, a medio abrir,
podía ver racimos verdes en el patio,
árboles fluorescentes que danzaban con un vaivén casi hipnótico,
sus follajes al frotarse continuamente entre si, creaban una serena melodía de antaño.
nubes rosadas y densas al fondo, parecían ballenas de algodón dulce
migrando lentamente a quién sabe donde.

De un momento a otro me hallé en el piso,
Sentado bajo la ventana mirando hacia la cama que momentos antes habitaba..
Donde ahora tú, mujer.., sin saberlo, disfrutas del que creo, será el momento con más paz que habrás de degustar a lo largo de tus bien vividos años.

Para mi lo es...

El solo contemplar tu sueño bastaba para diluirme
y fue cuando el viento entrante trajo un soplo de brisa, las miles de gotas besaron tus mejillas llenas aún de arrebol, tus accidentadas caderas, tu agridulce espalda, esos labios inflamados dónde palpitaba mi sabor, tus pantorrillas, cuello, tu hermoso ombligo, tus senos, como si todas esas partículas de agua se hubieran puesto de acuerdo para intentar lavar mis huellas en tí, "hace falta mucho más que eso para lograrlo" pensaba.

Abriste esos ojos, los que gustan de atraparme y mantenerme prendido, al cabo de unos segundos, cuando tus pupilas pudieron enfocar bien me descubriste mirándote y sonreíste…

"Ven..." dijiste.

Me recosté junto a ti, te abrace, mis labios en tu pelo,  tu cabeza en mi pecho
Nos quedamos contemplando en silencio la llovizna hasta quedarnos profundamente
dormidos.

Al amanecer abrí mis ojos, le busqué, busqué su olor en mi almohada, le sigo buscando.

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