Ese día no lo vencería nada, ni los 43 grados Centigrados, ni las ramas secas que le arañaban sus sudados brazos morenos, ni la arena suelta que se quería tragar las gruesas ruedas de su bicicleta, ni aquella loma empinada de 43 metros de longitud, con su camino estrecho de 53 cms de ancho, 35 grados de inclinación, 3 bruscas curvas y 2 piedras grandes y planas atravesándola. Disminuyó la velocidad al tenerla frente a el, tan desafiante y burlona.. , el comenzó a respirar profundamente, inhalando todo lo que podía, como queriendo aspirar todo el polvo de ese pedazo de desierto, se secó una mano en sus ropas, luego la otra, apretó los dientes e inhaló rápidamente como si fuera la ultima vez, la sangre puso rápidamente sus piernas tan tensas y tan duras como nunca en la vida, su pedaleo parecía seguir perfectamente el ritmo de un metrónomo, sus cabellos escupían grandes gotas que terminaban estrellándose en la barra principal de su maquina, una curva, una piedra, la siguiente una curva con piedra, solo faltaba esa cuesta final con gravilla, el ritmo de las piernas se aceleró, ardían como si tuvieran carbón dentro, 3 pedaladas mas y al fin llegó a la cima con mas velocidad de la que imaginó, nada de que alarmarse, pero la suficiente como para no alcanzar a esquivar aquella rama saliente que todos los ciclistas ignoraban porque ninguno pudo antes llegar a la cima sobre su bicicleta, solo caminando.
Al día siguiente, con mucha pena, alguien quebró la rama con solo un jalón para que nadie volviera a encajársela en algún ojo o que llegase a tocar más masa gris de nuevo.
Al día siguiente, con mucha pena, alguien quebró la rama con solo un jalón para que nadie volviera a encajársela en algún ojo o que llegase a tocar más masa gris de nuevo.